Pastoral del Sordo de Valencia

sábado, 18 de noviembre de 2017

sábado, 28 de octubre de 2017

El Padre Michaél Depcik OSFS, director del Cathilc Deaf Community de la Archidióceis de Detroit (EEUU)


El Papa en el Congreso Internacional “CATEQUESIS Y PERSONAS CON DISCAPACIDAD: UNA ATENCIÓN NECESARIA EN LA VIDA DIARIA DE LA IGLESIA”:

“Todos somos vulnerables”

Organizado por el Consejo Pontificio para la promoción de la Nueva Evangelización (responsable entre otras cosas de la promoción y coordinación de la catequesis en toda la Iglesia), y celebrado en la Universidad Pontificia Urbaniana del 20 al 22 de octubre de 2017, el Congreso Internacional “Catequesis y personas con discapacidad: una atención necesaria en la vida diaria de la Iglesia” congregó a 500 personas entre catequistas, agentes de pastoral en el ámbito de las diversas capacidades, y personas con discapacidad.

El Padre Michaél Depcik OSFS, director del Cathilc Deaf Community de la Archidióceis de Detroit (EEUU), uno de los 20 sacerdotes sordo mudos que hay en el mundo, contó su experiencia de conversión. Si tenemos en cuenta que sólo un 3% de los padres de niños sordos aprenden el lenguaje de los sordos, y que el 96% de los sordos no participan de las celebraciones litúrgicas, entendemos el alcance de este desafío pastoral. Los sordos no piensan con palabras, sino con signos. Las palabras se pueden traducir pero, ¿cómo traducir la “música” de los sordos? No se trata sólo de traducir de un lenguaje a otro, sino de una manera de pensar a otra. Pero además, las dificultades de la comunicación no se dan sólo por el lenguaje, sino también porque los sordos tienen otras necesidades vitales distintas a las de los oyentes.

El Padre Depcik tuvo la suerte de ser hijo de sordomudos, que le iniciaron en la fe y le trasmitieron el ejemplo de los santos. En la escuela católica en cambio le enseñaron a rezar sin entender lo que decía, recitando oraciones cuyo significado no había sido debidamente traducido a su mundo gestual. Pero en un viaje a Australia cuando tenía 18 años (y estaba a punto de dejar la Iglesia), aprendió de la familia que allí lo acogió otro modo de rezar, conversando con Dios, con naturalidad, con sus gestos. Y desde esa experiencia pudo encontrar la vocación al sacerdocio y al ejercicio de su ministerio al servicio de los sordos. Una pastoral a partir de la palabra de Jesús a aquel sordomudo apartado, “effeta”, que todos recibimos como signo en el bautismo. Porque no es sólo una llamada de Cristo a abrir los oídos para escuchar y los labios para hablar, sino una llamada a todos, más allá de capacidades y discapacidades, para abrir la mente y el corazón a la Palabra de Dios.

DIA 20-22 OCTUBRE 2017 EN ROMA

¡El Papa saluda con sus manos alto "aplauso" grande ...!



Catequesis y personas con discapacidad: atención necesaria en la vida cotidiana de la Iglesia


Queridos hermanos y hermanas :
Me alegro de conocerte, sobre todo porque en estos días se han enfrentado a una gran importancia para el tema de la vida de la Iglesia en su obra de evangelización y formación cristiana:  Catequesis y personas con discapacidad . Agradezco a Mons. Fisichella para su introducción, el Departamento presidido por él por su servicio y todos ustedes por su trabajo en este campo.
Conocemos el gran desarrollo que en las últimas décadas ha tenido en la discapacidad. El crecimiento de la conciencia de la dignidad de cada persona, especialmente a los más débiles, ha llevado a tomar posiciones valientes de inclusión de las personas que viven con diversas formas de incapacidad, porque nadie va a sentir un extraño en su propia casa. Sin embargo, a nivel cultural, todavía hay expresiones que contradicen la dignidad de estas personas por la prevalencia de una falsa concepción de la vida. Una visión a menudo puerta narcisista y utilitaria, por desgracia, no pocos considerar a las personas como marginales con discapacidad, sin captar en la riqueza espiritual y humana del colector. Todavía es demasiado fuerte en la mentalidad común  para rechazar esta condición, como si les impidiera ser felices y autorealizados. Pruebo la tendencia eugenésica de suprimir a los nonatos que tienen alguna forma de imperfección. De hecho, todos conocemos a tantas personas que, incluso con su fragilidad, han encontrado la fatiga en el camino de una buena vida que es rica en significado. Por otro lado, ¡conocemos personas aparentemente perfectas y desesperadas! Por otro lado, es un engaño peligroso pensar en ser invulnerable. Como niña que conocí en mi reciente viaje a Colombia, la  vulnerabilidad pertenece a la esencia del hombre .
La respuesta es amor: no es falso, engañoso y piadoso, sino verdadero, concreto y respetuoso. En la medida en que son bienvenidos y amados, incluidos en la comunidad y acompañados para mirar hacia el futuro con confianza, el verdadero camino de la vida se desarrolla y experimenta una felicidad duradera. Esto, lo sabemos, se aplica a todos, pero las personas más frágiles son como una prueba. La fe es una gran compañera de la vida cuando nos permite tocar con la presencia de un Padre que nunca deja a sus criaturas bajo ninguna condición de su vida. La Iglesia no puede ser "afona" o "lapidada" en la defensa y promoción de personas con discapacidades. Su proximidad a las familias les ayuda a superar la soledad que a menudo corren el peligro de terminar por falta de atención y apoyo. Esto es tanto más cierto para su responsabilidad en generación y formación en la vida cristiana . La comunidad no puede perderse palabras y especialmente gestos para conocer y dar la bienvenida a personas con discapacidades. Especialmente la Liturgia dominical debe saber cómo incluirla, porque reunirse con el Señor resucitado y con la misma comunidad puede ser la fuente de esperanza y coraje en el viaje no fácil de la vida.
La catequesis , en particular, está llamada a descubrir y experimentar formas consistentes porque  cada persona, con sus dones, sus límites y sus discapacidades, incluso graves, puede encontrar en su camino a Jesús y abandonarse a él con fe. Ningún límite físico o psíquico puede ser un impedimento para este encuentro, porque el rostro de Cristo brilla en lo íntimo de cada persona. También tenemos cuidado, especialmente nosotros los ministros de la gracia de Cristo, para no caer en el neo-pelagiana de no reconocer la necesidad de la fuerza de la gracia que viene de los sacramentos de la iniciación cristiana. Aprendemos a superar la incomodidad y el miedo que a veces pueden experimentar las personas con discapacidades. Aprendemos a buscar e incluso "inventar" con los medios adecuados de inteligencia porque nadie pierde el apoyo de la gracia. Construyamos - primero con el ejemplo! - Los catequistas cada vez más capaces de acompañar a estas personas porque crecen en la fe y dan su contribución genuina y original a la vida de la Iglesia. Finalmente, espero que en la comunidad más y más personas con discapacidades puedan ser sus propios catequistas, incluso con su testimonio, para transmitir la fe de manera más efectiva.
Gracias por su trabajo en estos días y por su servicio en la Iglesia. Nuestra Señora te acompañará. Te bendigo con mi corazón Y te pido, por favor, no olvides rezar por mí.
Gracias!

viernes, 27 de octubre de 2017

viernes, 13 de octubre de 2017

LECTURA DE EVANGELIO

Evangelio del día

Lectura del santo evangelio según san Mateo 22, 1-14

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
- «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:
"Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.
Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos.
El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:
"La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda."
Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales reparo en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:
"Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?" El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: "Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes."
Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

miércoles, 4 de octubre de 2017

SAN FRANCISCO ASÌS

Piero Cansentini

Queridos hermanos y hermanas, en una reciente catequesis ilustré ya el papel providencial que la Orden de los Frailes Menores y la Orden de los Frailes Predicadores, fundados respectivamente por san Francisco de Asís y santo Domingo de Guzmán, tuvieron en la renovación de la Iglesia de su tiempo. Hoy quisiera presentaros la figura de Francisco, un auténtico “gigante” de la santidad, que sigue fascinando a muchísimas personas de toda edad y toda religión.
Benozzo Gozzoli (1421-1497)

Francisco, restaurador de la Iglesia

“Nació al mundo un sol”. Con estas palabras, en la Divina Comedia (Paraíso, Canto XI), el máximo poeta italiano Dante Alighieri alude al nacimiento de Francisco, que tuvo lugar a finales de 1181 o a principios de 1182, en Asís. Perteneciente a una rica familia –el padre era comerciante de telas–, Francisco transcurrió una adolescencia y una juventud despreocupadas, cultivando los ideales caballerescos de la época. A los veinte años tomó parte en una campaña militar, y fue hecho prisionero. Se puso enfermo y fue liberado. Tras su vuelta a Asís, comenzó en él un lento proceso de conversión espiritual, que le llevó a abandonar gradualmente el estilo de vida mundano que había llevado hasta entonces. A este periodo corresponden los célebres episodios del encuentro con el leproso, al que Francisco, bajando del caballo, dio el beso de la paz, y del mensaje del Crucificado en la pequeña iglesia de San Damián. En tres ocasiones el Cristo en la cruz cobró vida, y le dijo“Ve, Francisco, y repara mi Iglesia en ruinas”. Este sencillo acontecimiento de la palabra del Señor oída en la iglesia de San Damián esconde un simbolismo profundo. Inmediatamente san Francisco es llamado a reparar esta pequeña iglesia, pero el estado ruinoso de este edificio es el símbolo de la situación dramática e inquietante de la misma Iglesia en esa época, con una fe superficial que no forma y no transforma la vida, con un clero poco celoso, con el enfriamiento del amor; una destrucción interior de la Iglesia que comporta también una descomposición de la unidad, con el nacimiento de movimientos herejes. Con todo, en esta Iglesia en ruinas está en el centro el Crucifijo y habla: llama a la renovación, llama a Francisco a un trabajo manual para reparar concretamente la pequeña iglesia de san Damián, símbolo de la llamada más profunda a renovar a la misma Iglesia de Cristo, con su radicalidad de fe y con su entusiasmo de amor por Cristo. Este acontecimiento, sucedido probablemente en 1205, hace pensar en otro acontecimiento similar, sucedido en 1207: el sueño del papa Inocencio III. Éste vio en sueños que la Basílica de San Juan de Letrán, la iglesia madre de todas las iglesias, está derrumbándose y que un religioso pequeño e insignificante apuntala con sus hombros a la iglesia para que no caiga. Es interesante notar, por una parte, que no es el Papa el que ayuda para que la Iglesia no caiga, sino un fraile pequeño e insignificante, que el Papa reconoce en Francisco cuando éste le visita. Inocencio III era un papa poderoso, de gran cultura teológica, como también de gran poder político, y sin embargo no es él el que renueva a la Iglesia, sino un pequeño e insignificante fraile: es san Francisco, llamado por Dios. Por otra parte, sin embargo, es importante observar que san Francisco no renueva la Iglesia sin o contra el Papa, sino en comunión con él. Las dos realidades van juntas: el Sucesor de Pedro, los Obispos, la Iglesia fundada sobre la sucesión de los Apóstoles, y el carisma nuevo que el Espíritu Santo crea en este momento para renovar la Iglesia. Juntos crece la verdadera renovación.
Benozzo Gozzoli (1421-1497)

Aprobación de la Regla y vida

Volvamos a la vida de san Francisco. Dado que su padre Bernardone le reprochaba su demasiada generosidad hacia los pobres, Francisco, ante el obispo de Asís, con un gesto simbólico se despojó de todas sus ropas, pretendiendo así renunciar a la herencia paterna: como en el momento de la creación, Francisco no tiene nada, sino sólo la vida que Dios le ha dado, a cuyas manos se entrega. Después vivió como un eremita, hasta cuando, en 1208, tuvo lugar otro acontecimiento fundamental en el itinerario de su conversión. Escuchando un pasaje del Evangelio de Mateo –el discurso de Jesús a los apóstoles enviados a la misión– Francisco se sintió llamado a vivir en la pobreza y a dedicarse a la predicación. Otros compañeros se unieron a él, y en 1209 se dirigió a Roma, para someter al Papa Inocencio III el proyecto de una nueva forma de vida cristiana. Recibió una acogida paternal por parte de aquel gran Pontífice que, iluminado por el Señor, intuyó el origen divino del movimiento suscitado por Francisco. El Pobrecillo de Asís había comprendido que todo carisma dado por el Espíritu Santo debe ser puesto al servicio del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia; por tanto actuó siempre en comunión plena con la autoridad eclesiástica. En la vida de los santos no hay contraposición entre carisma profético y carisma de gobierno y, si se crea alguna tensión, éstos saben esperar con paciencia los tiempos del Espíritu Santo.

Las intenciones de Francisco

En realidad, algunos historiadores del siglo XIX y también del siglo pasado han intentado crear detrás del Francisco de la tradición, un ‘Francisco histórico’, así como se trata de crear tras el Jesús de los Evangelios un ‘Jesús histórico’. Este Francisco histórico no habría sido un hombre de Iglesia, sino un hombre unido inmediatamente solo a Cristo, un hombre que quería crear una renovación del pueblo de Dios, sin formas canónicas y sin jerarquía. La verdad es que san Francisco tuvo realmente una relación inmediatísima con Jesús y con la Palabra de Dios, a la cual quería seguir sine glossa, tal como es, en toda su radicalidad y verdad. Es también verdad que inicialmente no tenía intención de crear una Orden con las formas canónicas necesarias, sino que simplemente, con la palabra de Dios y la presencia del Señor, el quería renovar al pueblo de Dios, convocarlo de nuevo a la escucha de la palabra y a la obediencia verbal con Cristo. Además, sabía que Cristo no es nunca “mío”, sino siempre “nuestro”, que a Cristo no puedo tenerlo “yo” y reconstruir “yo” contra la Iglesia, su voluntad y su enseñanza, sino sólo en la comunión de la Iglesia construida sobre la sucesión de los Apóstoles se renueva también la obediencia a la palabra de Dios.
Es también verdad que no tenía intención de crear una nueva orden, sino solamente renovar al pueblo de Dios para el Señor que viene. Pero comprendió con sufrimiento y con dolor que todo debe tener su orden, que también el derecho de la Iglesia es necesario para dar forma a la renovación y así realmente se insertó de modo total, con el corazón, en la comunión de la Iglesia, con el Papa y con los Obispos. Sabía siempre que el centro de la Iglesia es la Eucaristía, donde el Cuerpo de Cristo y su Sangre se hacen presentes. A través del Sacerdocio, la Eucaristía es la Iglesia. Donde el Sacerdocio y Cristo y comunión de la Iglesia van unidos, sólo aquí habita también la palabra de Dios. El verdadero Francisco histórico es el Francisco de la Iglesia y precisamente de esta forma nos habla también a nosotros los creyentes, a los creyentes de otras confesiones y religiones.
Francisco y sus frailes, cada vez más numerosos, se establecieron en la Porciúncula, o iglesia de Santa María de los Ángeles, lugar sagrado por excelencia de la espiritualidad franciscana. También Clara, una joven mujer de Asís, de familia noble, se puso a la escuela de Francisco. Tuvo así origen la Segunda Orden franciscana, la de las Clarisas, otra experiencia destinada a producir frutos insignes de santidad en la Iglesia.

San Francisco y el Islam

También el sucesor de Inocencio III, el papa Honorio III, con su bula Cum dilecti de 1218 apoyó el singular desarrollo de los primeros Frailes Menores, que iban abriendo sus misiones en diversos países de Europa, e incluso en Marruecos. En 1219 Francisco obtuvo el permiso de dirigirse a hablar, en Egipto, al sultán musulmán Melek-el-Kâmel, para predicar también allí el Evangelio de Jesús. Deseo subrayar este episodio de la vida de san Francisco, que tiene una gran actualidad. En una época en la que estaba en curso un enfrentamiento entre el Cristianismo y el Islam, Francisco, armado voluntariamente sólo con su fe y su mansedumbre personal, recorrió con eficacia el camino del diálogo. Las crónicas nos hablan de una acogida benevolente y cordial recibida del sultán. Es un modelo en el cual también hoy deberían inspirarse las relaciones entre cristianos y musulmanes: promover un diálogo en la verdad, en el respeto recíproco y en la mutua comprensión (cf.Nostra Aetate, 3). Parece además que en 1220 Francisco visitó Tierra Santa, echando así una semilla, que traería mucho fruto: sus hijos espirituales, de hecho, hicieron de los Lugares en los que vivió Jesús en un ámbito privilegiado de su misión. Con gratitud pienso hoy en los grandes méritos de la Custodia Franciscana de Tierra Santa.
Benozzo Gozzoli (1421-1497)

Marcado con las llagas de la Pasión

Vuelto a Italia, Francisco entregó el gobierno de la Orden a su vicario, fray Pedro Cattani, mientras que el papa confió a la protección del cardenal Hugolino, el futuro Sumo Pontífice Gregorio IX, a la Orden, que recogía cada vez más adhesiones. Por su parte el Fundador, dedicado completamente a la predicación que llevaba a cabo con gran éxito, redactó una Regla, después aprobada por el Papa.
En 1224, en el eremitorio de La Verna, Francisco vio el Crucifijo en forma de un serafín, y del encuentro con el serafín crucificado, recibió los estigmas; se convirtió así en uno con Cristo crucificado: un don, por tanto, que expresa su identificación con el Señor. La muerte de Francisco –su transitus– sucedió la noche del 3 de octubre de 1226, en la Porciúncula. Tras haber bendecido a sus hijos espirituales, murió, acostado sobre la tierra desnuda. Dos años más tarde el Papa Gregorio IX lo inscribió en el elenco de los santos. Poco tiempo después se erigía en Asís una gran basílica en su honor, meta aún hoy de muchísimos peregrinos, que pueden venerar la tumba del santo y disfrutar la visión de los frescos de Giotto, pintor que ha ilustrado de modo magnífico la vida de Francisco.
Benozzo Gozzoli (1421-1497)

Alter Christus

Se ha dicho que Francisco representa un alter Christus, era verdaderamente un icono vivo de Cristo. Fue también llamado el “hermano de Jesús”. En efecto, éste era su ideal: ser como Jesús, contemplar al Cristo del Evangelio, amarlo intensamente, imitar sus virtudes. En particular, quiso dar un valor fundamental a la pobreza interior y exterior, enseñándola también a sus hijos espirituales. La primera bienaventuranza del Discurso de la Montaña –Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo 5,3)– encontró una luminosa realización en la vida y en las palabras de san Francisco. Verdaderamente, queridos amigos, los santos son los mejores intérpretes de la Biblia; éstos, encarnando en su vida la palabra de Dios, la hacen más atrayente que nunca, de modo que habla realmente con nosotros. El testimonio de Francisco, que amó la pobreza para seguir a Cristo con dedicación y libertad totales, sigue siendo también para nosotros una invitación a cultivar la pobreza interior para crecer en la confianza en Dios, uniendo también un estilo de vida sobrio y un desapego de los bienes materiales.
En Francisco el amor por Cristo se expresó de modo especial en la adoración del Santísimo Sacramento de la Eucaristía. En las Fuentes franciscanas se leen expresiones conmovedoras, como esta: “Tema toda la humanidad, tiemble el universo entero y exulte el cielo, cuando sobre el altar, en la mano del sacerdote, está Cristo, el Hijo de Dios vivo. ¡Oh favor estupendo! Oh sublimidad humilde, que el Señor del universo, Dios e Hijo de Dios, se humille tanto para esconderse para nuestra salvación, bajo una modesta forma de pan” (Francisco de Asís, Escritos, Ediciones Franciscanas, Padua 2002, 401). Quiero también recordar la recomendación dirigida por Francisco a los sacerdotes: “Cuando quieran celebrar la Misa, puros de forma pura, hagan con reverencia el verdadero sacrificio del santísimo Cuerpo y Sangre del Señor nuestro Jesucristo” (Francisco de Asís, Escritos, 399). Francisco mostraba siempre una gran deferencia hacia los sacerdotes, y recomendaba respetarlos siempre, incluso en el caso de que personalmente fueran poco dignos. La motivación de su profundo respeto era el hecho de que éstos han recibido el don de consagrar la Eucaristía. Queridos hermanos en el sacerdocio, no olvidemos nunca esta enseñanza: la santidad de la Eucaristía nos pide ser puros, vivir de modo coherente con el Misterio que celebramos.
Del amor de Cristo nace el amor hacia las personas y también hacia todas las criaturas de Dios. Este es otro rasgo característico de la espiritualidad de Francisco: el sentido de fraternidad universal y de amor por la creación, que le inspiró el célebre Cántico de las criaturas. Es un mensaje muy actual. Como recordé en mi reciente encíclica Caritas in veritate, es sostenible solo un desarrollo que respete a la creación y que no dañe el medio ambiente (cf. Núm. 48-52). Francisco nos recuerda que en la creación se despliega la sabiduría y la benevolencia del Creador. La naturaleza es entendida por él precisamente como un lenguaje en el que Dios habla con nosotros, en el que la realidad divina se hace transparente y podemos nosotros hablar de Dios y con Dios.

Recomendación final

Queridos amigos, Francisco fue un gran santo y un hombre alegre. Su sencillez, su humildad, su fe, su amor por Cristo, su bondad hacia cada hombre y cada mujer le hicieron alegre en toda situación. De hecho, entre la santidad y la alegría subsiste una relación íntima e indisoluble. Un escritor francés dijo que en el mundo hay una sola tristeza: la de no ser santos, es decir, la de no estar cerca de Dios. Mirando el testimonio de Francisco, comprendemos que éste es el secreto de la verdadera felicidad: ¡ser santos, cercanos a Dios!
Que la Virgen, tiernamente amada por Francisco, nos obtenga este don. Nos confiamos a Ella con las palabras mismas del Pobrecillo de Asís: “Santa María Virgen, no hay ninguna como tu nacida en el mundo entre las mujeres, hija y sierva del altísimo Rey y Padre celestial, Madre del santísimo Señor nuestro Jesucristo, esposa del Espíritu Santo, reza por nosotros… ante tu santísimo Hijo querido, Señor y Maestro” (Francisco de Asís, Escritos, 163).