Pastoral del Sordo de Valencia

miércoles, 5 de junio de 2019

PENTECOSTÉS. Dones de ESPÍRITU SANTO



Los siete Dones del
 Espíritu Santo.

Hasta los niños pueden comenzar a entender, 
si de esta manera se lo enseñamos.




Los DONES del Espíritu Santo son 7:
-Sabiduría: nos hace ver todas las cosas a través de Dios y nos impulsa a buscarlo sobre todas las cosas.
-Entendimiento: nos ayuda a comprender la Palabra de Dios y los misterios de la fe.
-Consejo: nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás.
-Fortaleza: nos alienta continuamente y nos ayuda a superar con fe las dificultades.
-Ciencia: para conocer rectamente las cosas creadas por Dios.
-Piedad: nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata a su Padre.
-Temor de Dios: nos induce a huir de las ocasiones de pecado para elegir siempre agradar a Dios.
Ahora para los mayores:


Dones y frutos del Espíritu Santo
Vivimos rodeados de regalos de Dios. Fue sobretodo en el momento de nuestro Bautismo cuando nuestro Padre Dios nos llenó de bienes incontables. Junto con la gracia, Dios adornó nuestra alma con las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo.



El Espíritu Santo nos inspira (Mateo 10, 19 ss; Juan 3, 8), nos enseña (Juan 14, 26), nos guía (Juan 16, 13), nos consuela (Juan 14, 16), nos santifica (Romanos 15, 16), nos vivifica (Romanos 8, 11). Por eso nuestro Señor Jesús lo llama “otro Paráclito” (Juan 14, 16), palabra griega que significa literalmente “aquél que es invocado” y, por lo tanto, abogado, mediador, defensor, consolador.
El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado “otro paráclito” porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

El Espíritu Santo, a través de sus dones, va conformando nuestra vida según las maneras y modos propios de un hijo de Dios que se guía ahora por el querer de Dios, Su Voluntad, y no por nuestros gustos y caprichos.

Hoy le pedimos al Paráclito, nuestro Divino Santificador, que doblegue lo que es rígido en nosotros, particularmente la rigidez de la soberbia, que caliente en nosotros lo que es frío, la tibieza en el trato con Dios; que enderece lo extraviado.
La Iglesia nos invita de muchas maneras a preparar nuestra alma a la acción del Espíritu Santo. En el Catecismo nos da la relación de estos maravillosos dones:


El don de sabiduría nos hace comprender la maravilla insondable de Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las cosas y en medio de nuestro trabajo y nuestras obligaciones.



El don de entendimiento,  nos descubre con mayor claridad las riquezas de la fe.



El don de consejo nos señala los caminos de la santidad, el querer de Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la solución que más concuerda con la gloria de Dios y el bien de los demás.



El don de fortaleza nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar hacia Dios.



El don de ciencia nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas creadas y a mantener nuestro corazón en Dios y en lo creado en la medida que nos lleve a Él.



El don de piedad nos mueve a tratar a Dios con la confianza con la que un hijo trata a su Padre.



El don del temor de Dios nos induce a huir de las ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación,  a evitar todo mal que pueda contristar al Espíritu Santo,  a temer radicalmente separarnos de Aquél a quien amamos y constituye nuestra razón de ser y vivir.

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